Fue en una clase de pedagogía hace un año cuando por azares del destino terminé en el mismo grupo con María, éramos cinco y a mí me tocó hacer últimos puntos con ella, a pesar de ser la primera vez que cruzábamos palabras la idea de trabajar juntas no me molestó, me resultaba una persona agradable. Inmediatamente acordamos vernos el miércoles de la siguiente semana, pues ella ese era su único día libre, los demás los ocupaba entre las clases y el trabajo. Llegó el miércoles y el punto de encuentro era la casa de ella, un apartamento en real de minas, a las nueve ya estaba allí.
Como casi siempre ocurre en los trabajos grupales y cuando todavía hay tiempo de hacer las cosas, empezamos a hablar de todo menos de pedagogía. Ella me contó que había nacido en Bogotá, pero que desde los nueve años había vivido en Zapatoca y que se sentía más zapatoqueña que rola, luego hizo una interrupción en su historia y me preguntó –¿fuma? La verdad llevaba un tiempo sin hacerlo pero eso de echar carreta y fumarse un cigarrillito me resulta irresistible, así que accedí y salimos al balconcito lleno de flores a fumar.
Con los cigarrillos en la mano María continuó su historia dijo que en zapatoca vivía con sus dos hermanos mayores y su mamá y que desde hacía cinco años se había venido a Bucaramanga para estudiar en la UIS licenciatura en español y literatura porque adoraba la literatura aunque odiaba la pedagogía o al menos lo que había visto hasta ahora en esa área. En ese momento me preguntó algunas cosas y yo quise saber sino había sido muy difícil separarse de su familia para venirse a estudiar, Ella me dijo que sí pero que el mayor problema había sido el dinero, que su mamá solo le pudo colaborar con la matrícula del primer semestre que de resto todo le había tocado costeárselo, pero que menos mal unos paisanos de ella tenían una papelería por los lado de la UIS y le ofrecieron trabajo.
Ella continúo diciendo que era agradable trabajar para ellos y que el sueldo le alcanzaba para cubrir los gastos de la pieza y las cosas de la universidad, pero que al año vendieron la papelería y ella quedó sin empleo. Por suerte a la siguiente semana le ofrecieron trabajo en otra papelería, donde no duró sino tres meses, después consiguió de mesera en un bar pero odiaba ese trabajo así que solo se estuvo una semana, luego trabajó de mesera en un restaurante y allí se reencontró con un amigo suyo de zapatoca que le ayudo a conseguir un mejor trabajo como secretaria en una empresa de no me acuerdo bien.
Y ya desde hacía tres años trabajaba allá, pero que las cosas habían sido muy difíciles cuadrar los horarios, pedir permisos, estar cansada de una jornada de ocho horas y tener que hacer un trabajo para la U, a veces deseaba irse a vivir tranquila a Zapatoca junto con su mamá pero le podía más su amor por la literatura y sus ganas de tener en un futuro una buena estabilidad económica.
Hoy en día maría y yo somos muy buenas amigas y cada vez que podemos nos fumamos unos cigarrillitos en cualquiera de los pasillos de la UIS, aunque ella se le note muchas veces el cansancio siempre que la veo muestra una sonrisa fiel reflejo de la tenacidad de su espíritu.

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