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lunes, 25 de abril de 2011


PINOCHO, SU CARTILLA Y APRENDER A LEER


Desde siempre la cartilla ha representado una herramienta útil a la hora de enseñar a leer, de hecho se estableció como un elemento fundamental dentro del aula de clase, pues, no hay escuela en donde la maestra de español, inclusive de otras áreas, no tenga una debajo del brazo. Las generaciones actuales y las anteriores aprendieron a leer con libros de texto como Coquito o Nacho, donde enseñaban primero las vocales, luego las consonantes, después formaban sílabas como ma, luego palabras como mamá y por último frases como mi mamá me mima. Este método ha recibido innumerables críticas pero muy a pesar de eso sigue siendo el más utilizado y las cartillas que lo implementan se venden como pan caliente.


Beatriz Caballero en su texto ¿por qué vendió su cartilla Pinocho? Hace un breve recorrido histórico sobre las carrillas, pues llevan más de cien años siendo utilizadas, y da respuesta a la pregunta que lleva como título su escrito. Ahí la autora realiza juicios de valor a cerca de estos libros de texto, por medio aquellos que han sido publicados con el pasar de los años, los resultados que han generado y haciendo una analogía entre estos con el cuento de Pinocho.


Al igual que Bruno Bettelhem y Karen Zelan en su libro Aprender a leer,  Beatriz Caballero crítica rotundamente como las cartillas carecen de sentido para los estudiantes pues ellos no se identifican con ninguno de los personajes presentados es estos libros, debido a su exagerada perfección, chicos buenos que no tienen nada que ver con ellos. A diferencia del Pinocho de madera, un pequeño bastante curioso, con intensiones no muy nobles, que se deja manipular y que manipula, un personaje en el que un infante realmente se puede ver reflejado y que lleva a querer saber más de él, a continuar su lectura. Aquellos relatos tan sonsos y fuera de contexto, solo consiguen que los niños se aburran y le cojan fobia a la lectura siendo entonces uno de factores principales que generan esa total apatía lectora de la que son víctima la mayoría de las personas.


Como es bien sabido a pesar de la importancia que tienen los padres de familia con respecto a la educación de sus hijos la mayor responsabilidad se achaca al docente, talvez porque en el aula de clase es donde el niño empieza a vivir experiencias muy diferentes a las de su casa y el maestro es quien representa en ese ámbito un sinónimo de autoridad, un modelo a seguir para los estudiantes. Entonces Bettelhem, Zelan y Caballero hablan, también, de cómo el profesor debe atrapar la atención del estudiante, ya que en un proceso tan importante y básico como es el aprender a leer la actitud de quien lo esté enseñando debe ser estimulante, el infante debe sentir que está aprendiendo algo que realmente le sirve, ahí es donde el profesor debe ser astuto y sacarle el jugo a la cartilla y a los demás elementos que le permitan captar la atención de los niños, pues de ese primer contacto que él o ella tenga con la lectura dependerá que tanto gusto le puedan coger; si lo viven no con terror y con tedio, sino más bien con entretención y con utilidad lo más probable es que en el futuro sean grandes lectores.


Otro reproche que realiza Caballero es la falta de organización con la que en Colombia se han llevado los diferentes métodos de aprendizaje lector, pues a medida que  fueron llegando se implementaron sin ningún tipo de estrategia. Simplemente se utilizaba el que iba apareciendo para luego retornar al anterior o juntarlos o empezar con uno y terminar con otro, en fin un total caos que se ve reflejado en la educación actual que ha ido de fracaso en fracaso. Las cartillas se han ceñido a estos cambios de esa misma forma caótica y en este país no se ha publicado muchos libros de texto que realmente cumplan con los requisitos para aprender a leer correctamente, sino que más bien se importan los de otros países.


Entonces al igual que Pinocho a los demás niños no les dolería mucho vender su cartilla, pues ellos no se identifican para nada con los personajes sonsos  que allí se muestra, se aburren con esa lecturas sacadas del un mundito perfecto, les deprime la falta de variedad de temas y hasta los dibujos poco atractivos que allí se ven los desmotivan. Parece que las editoriales y el sistema educativo en general siguen pensando que la lectura es un proceso mecánico y se olvidan de la cantidad de nuevo modelos donde ya se ha podido concluir la necesidad psicológica que es básica para leer. Es necesario que las cartillas se modernicen y se piensen para los niños, para motivarlos, que ellos vean en esta una opción interesante y sientan el reto fascinante  que representa la buena lectura. Para así facilitar la tan ardua labor que tiene el docente, quien es muy juzgado siendo que tiene que trabajar en condiciones muy difíciles porque los estudiantes son complicados, se distraen con facilidad y tienen muchos problemas; pues este no es un país donde la vida sea sencilla y la educación casi siempre es dejada a un lado. Las cartillas deben contextualizarse no deben ser traídas de otros lados deben hacerse de forma que la sociedad, en este caso, colombiana, especialmente los niños, la acepten y puedan sentir que son fehacientes los contenidos que allí estén, y ayudar de paso a crear una identidad propia a recordar en que parte del mundo se está.  Ahí es donde textos como el Caballero y el de Bettelhem deben ampliarse para proporcionar soluciones que realmente se apliquen al contexto.




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